lunes, 27 de mayo de 2013

EL ODISEA DE DEMETRIO


   El Odisea regresa a puerto tras una agotadora y poco productiva jornada de pesca. Las gaviotas acuden por inercia a recibir a la tripulación. Demetrio siempre aboca las sardinas que le sobran para que las gaviotas se den el festín. Les tiene cariño. De hecho son las mismas gaviotas las que cada día acuden a su llegada. El resto de la tripulación lo conforman Gorka y Edorta.

   Demetrio nació en Grecia, aunque él se considere un auténtico vasco. Su acento y su camiseta del athletic le hacen parecer uno más. Su nombre es lo único que le queda de griego. Bueno, lo único no: su apego a su tierra le hizo poner un nombre de casa a lo que ahora más quiere. Su barco. 

   No sé qué fue lo que hizo a Demtrio cambiar el cálido y apacible Mediterráneo por el bravo Cantábrico, eso da igual. El caso es que aquí están Demetrio, Gorka y Edorta vendiendo las escasas capturas del día en la lonja de Portugalete. Sus rostros reflejan lo duro del oficio. Su piel quemada y llena de salitre. Gorka y Edorta, a pesar de su juventud, sienten como el cansancio les cala hasta los huesos. A Demetrio esto ya no le pasa. Él es viejo lobo de mar. 

   Como cada día, los tres pescadores van a la misma tasca a tomar algo y a comentar la jornada, las grandes capturas y los que se han escapado. Estos últimos siempre son los que dan más que hablar: 

- ¡ El bicho que se me ha escapado esta mañana pesaba al menos 15 kilos ! 
Comentaba Edorta mientras sostenía su copa de txacolí... 

   Hoy los ánimos no están muy altos, así que los dos jóvenes marineros se retiran pronto. Otras veces, días de pesca abundante, se quedaban hasta las tantas charlando y bebiendo. Incluso alguna vez se fueron de la tasca directos a la mar. Hoy no hay ánimos. 

   Demetrio se queda un rato más y se bebe unas cuantas más. Su barba y su rostro hastiado le hacen parecer mayor de lo que es. Ahí está sentado solo en la barra. Le gusta aquella tasca porque está ambientada con aires griegos. Siempre se queda embobado mirando un cuadro que cuelga al fondo, sobre la puerta de los aseos: un hermoso pueblo mediterráneo, blanco y azul, coronando una pequeña colina junto al mar. Lo observa sin parpadear. Su mirada se clava en una ventana de una de las casitas, como si quisiera ver lo que hay tras ella...

   No sé a dónde llevará el viento mañana al Odisea y a él. Quién sabe. Lo que sí sé es que su Odisea acabará algún día. En aquél pueblo. En casa. En su Ítaca.  

ÁXEL ÁLVAREZ   


2 comentarios:

  1. quien me diría a mi que hoy no me iba a dormir sin haber leido tu relato? Me lo he encontrado de casualidad, pero como sabes, me he hecho hombre de mar... Y también amante del arte y del talento, y tu los tienes. No dejes de mimar tus dones y compartirlos con el mundo, siempre necesitamos alimentar el animo. Un abrazo amigo :D Gran redaccion

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  2. En este micro-relato has sido capaz de transportarme a la vida de Demetrio. Intenso, conciso y sin exceso de detalles. Me ha gustado mucho.

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