miércoles, 16 de julio de 2014

Galicia profunda (tierra sin pan)

Doña María saca sus vacas cada mañana a pastar desde que era una niña. Quizás la dureza de la vida en estas tierras ha hecho mella en su aspecto y le hace parecer mayor de lo que en realidad es. En sus manos, surcos y durezas esculpidas dan buena fe de toda una vida de sacrificado trabajo.

Doña María en la aldea de Ligonde

Existe en Galicia un lugar donde el tiempo pareció detenerse un día en los años 40. En la provincia de Lugo, en las zonas alejadas de la costa, decenas de aldeas salpican los verdes e idílicos paisajes. Aldeas olvidadas con gentes olvidadas: la Galicia profunda.

Una aldea abandonada cerca de O´ Cebreiro en una mañana con niebla 

Un habitante de Ligonde guarda sus vacas en el corral después de pastar


Ligonde es una de estas aldeas. Aquí vive Doña María; y Don José, el párroco, y unas 150 personas más. El cura comenta que en los diez años de su labor en este pueblo ha oficiado 60 entierros y tan sólo 3 bautizos. Apenas queda gente joven. Huyen de estas desoladas aldeas en busca de otra suerte.

Unos calcetines de lana cuelgan en una aldea cerca de O´Cebreiro

Aldeas olvidadas con gentes olvidadas

“ Acuérdate Señor de los que en este santo cementerio duermen el sueño de la paz”. Este campo santo y sus almas olvidadas recuerdan tiempos pasados de estos prósperos parajes. Siluetas fantasmales de perros entre la niebla se vislumbran en el camino. Son perros pastores. Ellos son los únicos habitantes, testigos silenciosos; fieles cancerberos que custodian corrales y esperan a sus dueños en aldeas abandonadas en las que no hace tanto tiempo muchas familias y sus reses vivían humildemente en total armonía...

Un cementerio de una aldea cercana a Samos

Siluetas fantasmales de perros entre la niebla se vislumbran en el camino

Y es que cada vez son más las pequeñas localidades que se quedan sin habitantes. Algunas tienen una bendición: por ellas transcurre el santo y turístico Camino de Santiago. De unos años a aquí la popularidad del Camino se ha extendido y han florecido numerosos negocios ajenos a la economía vernácula: albergues, pensiones, pequeños ultramarinos y bares que ofrecen sus famosos menús del peregrino ( incluso algún espabilado ofrece paella para pescar al incauto extranjero... ¡Paella gallega!).

Un anciano descansa junto a carteles de pensiones en un pueblo por el que transcurre el Camino de Santiago

Una anciana observa y saluda a los peregrinos que hacen el Camino de Santiago

Pero estos negocios, como decía, no son el sustento de la economía de estos lares. Los pocos que aún resisten aquí viven fundamentalmente de la leche. Una familia de un pueblo de Lugo tiene una media de unas 30 vacas de las cuales explota su leche y vende a empresas como RIO. El segundo soporte económico es la madera. Cada localidad tiene zonas de monte comunitario que las empresas madereras se encargan de explotar a cambio de un canon. En cuanto a la agricultura, tan sólo es una fuente de autoabastecimiento a través de pequeños cultivos propios. 

Un matrimonio lleva a pastar a sus reses en el pueblo de Triacastela 

Una familia gallega trabaja en la madera

El trabajo y la humildad es lo que define a esta tierra y a sus gentes. La belleza de sus parajes contrasta y se funde con la austeridad de la forma de vida. Una forma de vida digna de dignas personas.En estos lugares aislados el tiempo sigue congelado. Como congelada quedará para siempre Doña María en la fotografía de este reportaje. 

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